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La guerra: una realidad dolorosa y crítica en la literatura
Desde los albores de la humanidad, la guerra ha sido una constante en la vida de las personas. En la literatura clásica, como la épica La Ilíada de Homero, se ensalzaba el valor y el heroísmo de los guerreros. Sin embargo, a partir del siglo XX, una nueva mirada se abrió paso en relación a los conflictos bélicos, que causaron millones de muertes y la destrucción de vastas regiones del mundo. A continuación, presentamos una selección de poemas que abordan la guerra desde una perspectiva crítica, dolorosa y realista. Estos versos, en su mayoría escritos por personas que experimentaron directamente las atrocidades de la guerra, revelan la verdadera cara de la batalla.
Dulce et decorum est – Wilfred Owen
Encorvados, como mendigos ancianos con el fardo a cuestas, cojeando y tosiendo como viejas, maldiciendo a través del lodo, avanzamos en el camino hacia nuestro ansiado descanso. Los hombres marchaban dormidos, muchos de ellos descalzos, pero seguían adelante, cojeando con los pies empapados en sangre. Todos estaban heridos, todos estaban ciegos, exhaustos y sordos al silbido de los proyectiles que caían detrás de ellos. «¡Gas, GAS!» gritamos desesperadamente. Torpemente nos colocamos las incómodas máscaras, pero uno de nosotros quedó atrás, atrapado en un infierno de cal viva y fuego. Desde la distancia, a través de los vidrios empañados y la opresiva luz verde, contemplé cómo se ahogaba en un mar grisáceo. En todos mis sueños, presencié impotente cómo se desplomaba y era arrastrado hacia la cloaca, asfixiado y ahogado. Si tú también, en tus pesadillas, pudieras oír el sonido de la sangre brotando de sus pulmones consumidos, tan obscena como un cáncer, tan amarga como el pus de heridas atroces e incurables en lenguas inocentes. Entonces, mi amigo, no alabarías con tanto entusiasmo a aquellos jóvenes que anhelan una gloria desesperada sustentada en una antigua Mentira: Dulce et decorum est, pro patria mori.
Wilfred Owen (1893 – 1918) fue un poeta británico reclutado como soldado durante la Primera Guerra Mundial. Después de vivir en carne propia los horrores del conflicto, escribió versos que denunciaban la verdadera realidad de las trincheras y los campos de batalla. Sus poemas reflejaban el dolor, el cansancio, el hambre y la desesperación a la que se enfrentaron miles de jóvenes que se unieron al frente con la esperanza de convertirse en héroes. En contra del discurso patriótico que imperaba en ese período, Owen mostró la cruda realidad de una guerra que no beneficiaba a nadie. En su poema «Dulce et decorum est» hace referencia a la famosa frase de Horacio que dice «Dulce y honorable es morir por la patria». No obstante, desmitifica esta idea al describir cruentamente el uso del gas mostaza como arma en la guerra. La descripción del compañero que no alcanza a ponerse la máscara resulta estremecedora, especialmente cuando detalla cómo la sangre brota de sus pulmones consumidos. Owen fue internado en un hospital de Edimburgo por trastorno de estrés postraumático, y tras recuperarse, regresó al combate y murió en acción.
Explico algunas cosas – Pablo Neruda
Podrían preguntarse ¿dónde están las lilas? ¿y la metafísica cubierta de amapolas? ¿y la lluvia que solía golpear con fuerza, llenando de agujeros y pájaros cada palabra? Permítanme contarles todo lo que he vivido. Solía vivir en un barrio de Madrid, con campanas, relojes y árboles. Desde ahí podía contemplar el rostro seco de Castilla, como un inmenso mar de piel curtida. Mi casa era conocida como la «casa de las flores», por todas partes estallaban geranios. Era un lugar hermoso, lleno de perros y niños. ¿Recuerdas, Raúl? ¿Recuerdas, Rafael? ¿Federico, recuerdas bajo la tierra? ¿Recuerdas nuestra casa con balcones donde la luz de junio sofocaba flores en tu boca? ¡Hermano, hermano! Todo eran grandes voces, bullicio de mercaderes y multitudes de pan palpitar, mercados de mi barrio de Argüelles con su estatua como un tintero pálido entre el pescado. El aceite se adueñaba de las cucharas, un latido profundo de pies y manos llenaba las calles, metros, litros, la esencia aguda de la vida, pescados apiñados, tejados con un frío sol en forma de flecha, interminable marfil fino de las patatas y tomates que se repetían hasta el horizonte. Y entonces un día todo ardió, las hogueras surgieron de la tierra devorando vidas. Desde ese momento fuego, pólvora y sangre. Bandidos con aviones y moros, bandidos con joyas y duquesas, bandidos con frailes negros bendiciendo, descendieron del cielo para matar niños. Y por las calles, la sangre de los niños fluía simplemente, como la sangre de los niños. Chacales que incluso el propio chacal repudiaría, piedras que el cardo seco escupiría con asco, víboras que odiarían a otras víboras. Frente a ustedes he visto la sangre de España levantarse para ahogarlos en una ola de orgullo y cuchillos. Generales traidores, miren mi casa muerta, miren una España destrozada. Pero de cada casa muerta surge el metal ardiente en lugar de flores, de cada rincón de España surge España misma, de cada niño muerto surge un fusil con ojos, de cada crimen nacen balas que un día encontrarán el corazón de sus