Miguel Ángel (mil cuatrocientos setenta y cinco – mil quinientos sesenta y cuatro) fue uno de los artistas más esenciales del Renacimiento y se caracterizó por entremezclar la tradición tradicional grecorromana con motivos del cristianismo. Fue arquitecto técnico, pintor y escultor.
Su trabajo más importante es el que efectuó en la Capilla Sixtina, donde pintó la cúpula y el altar. Merced a esta obra, pasó a formar parte del imaginario colectivo y a transformarse en de los mejores pintores en la historia del arte.
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La cúpula de la Capilla Sixtina
El Papa Julio II le encargó efectuar los frescos de la cúpula de la Capilla Sixtina en el Palacio del Vaticano. En este sitio se festejaban las misas papales y se reunían los primordiales dignatarios eclesiásticos.
Si bien es una de las obras más admiradas del artista, en un principio no deseaba hacer este trabajo, debido a que no se consideraba a sí mismo pintor. No obstante, en mil quinientos ocho firmó el contrato como el «escultor Miguel Ángel».
En un principio, se le solicitó que realizase a los doce apóstoles y ciertos modelos geométricos. Sin embargo, no estuvo conforme y le presentó al Papa un nuevo proyecto que incluía profetas y sibilas. El trabajo le tomó 3 años y se compone de más de trescientos figuras pertenecientes al Viejo Testamento y hasta hoy se considera una de las representaciones más conocidas sobre la creación.
El treinta y uno de octubre de mil quinientos doce se descubrió al público y, en nuestros días, es un sitio que atrae a millones de turistas por la grandiosidad de su diseño.
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El Juicio Final
Es imposible describir la cantidad de figuras, el horror y la grandiosidad del conjunto ya que en este quedan pasmosamente representadas todas y cada una de las pasiones humanas posibles
Giorgio Vasari
Contexto de creación
En mil quinientos treinta y cuatro, Miguel Ángel se estableció claramente en la ciudad de Roma, donde se quedaría hasta el final de sus días. El nuevo Papa, Pablo III, decidió regresar a contratar sus servicios para pintar el fresco del altar de la Capilla Sixtina.
Ahora el artista tenía prácticamente sesenta años y no se sentía muy inclinado a admitir la oferta. Por esta razón, Pablo III lo nombró el «Más alto arquitecto técnico, escultor y pintor del Palacio Apostólico», situándolo en el mejor instante de su carrera, puesto que su obra empezó a verse como paradigma de perfección.
Temática del fresco
De esta forma, en mil quinientos treinta y seis empezó los trabajos para representar el Apocalipsis de San Juan, donde Jesús se ubica como protagonista. Siguiendo su estilo, lo representa grande, musculoso, impresionante y sin barba. Algo inusual para el periodo y que le valió muchas críticas.
Es de los pocos ejemplos en el arte de aquellos años en que no se muestra a un Cristo misericordioso, sino se halla retratado con una mirada severa, prácticamente enojada. Esto es debido a que está actuando como el juez de la humanidad, ya que está encargado de separar a los justos de los pecadores.
Junto a él está la Virgen y alrededor se pueden ver ángeles con sus instrumentos de la pasión, como por servirnos de un ejemplo la cruz y la corona de espinas. Además de esto, asimismo se puede ver a Juan el Bautista, los apóstoles y los mártires.
Miguel Ángel efectuó una innovación muy grande en este aspecto. De forma tradicional, los apóstoles y mártires formaban ristras jerarquizadas y ordenadas en diferentes conjuntos. El artista prefirió el dinamismo, creando cuerpos ascendientes y descendentes. Por lo mismo, es bastante difícil distinguir a cada uno de ellos. Así, está claro que lo que le interesaba era trasmitir movimiento circular, más que un retrato preciso de cada personaje religioso.
En la mitad inferior del fresco, a la izquierda, están los que ascienden al cielo. Son los fallecidos que resucitan de sus tumbas y son ayudados por los ángeles para pasar la eternidad al lado de Dios. Por su lado, a la derecha, se hallan los condenados que se dirigen cara el averno. En sus ademanes y sus semblantes se puede observar la desesperación. En verdad, las imágenes de los pecadores son ciertas más valoradas en el conjunto.
Al centro se pueden observar ángeles que tocan las trompetas para anunciar la llegada del Juicio Final, mientras que le muestran el Libro de la Vida a quienes se salvan y el Libro de la Muerte a los réprobos.
Presencia de lo mitológico
Es interesante la adición de elementos de la mitología griega en una imagen de carácter religioso. Para recrear el averno, Miguel Ángel decidió agregar personajes míticos como Caronte, que traslada a los pecadores por el Estige, el río del averno. Allá son recibidos por demonios y por Minos, el juez que tiene orejas de burro y un cinturón de víbora.
La representación del barquero del averno corresponde a lo que describe Dante en La Divina Comedia:
Caronte, diablo, con ojos de fuego
llamándolos a todos recogía;
da con el remo si alguno se retrasa
Así, se puede ver que en el lado derecho se halla este personaje, manteniendo con energía un remo para obligar a los pecadores a avanzar cara el averno, que se muestra como una garganta de fuego en el margen.
Estilo y profusión de personajes
En este fresco se pueden observar multitudes embrolladas, algo muy diferente a lo que que el artista había hecho en la cúpula. Así, se distancia del estilo tradicional, puesto que en la composición prima el dinamismo y el desequilibrio. Esto va a ser lo que de pie al conocido manierismo del arte siguiente, a «la maniese» de Miguel Ángel.
Otro de los aspectos que se puede resaltar es la utilización de colores intensos que procuran el contraste, de manera especial el celeste que ocupa el fondo.
El nivel de detalles que se pueden ver es pasmante, estimando que son más de trescientos noventa figuras, ciertas de más de dos metros. Aunque ciertos santurrones son identificables por sus atributos, como San Pedro y sus llaves (a la derecha de Cristo), el resto personajes no resultan tan claros. Entre los cuerpos desnudos es bastante difícil distinguir entre ángeles, beatos y mortales, ya que ninguno lleva auréola o alas como identificación. Solo Jesús está rodeado de un círculo de luz .
Uno de los personajes que más ha llamado la atención en la obra es San Bartolomé, apóstol de Jesús que tuvo un final muy tortuoso. Cuando se negó a venerar otros ídolos, fue condenado por el rey Astiages a ser despellejado vivo. Miguel Ángel lo muestra con su pelleja colgando. Ciertos han identificado en el semblante de esta piel los rasgos del propio artista, a quien le agradaba representarse a sí mismo en sus obras. Aun, hay quienes han apreciado que el apóstol tiene una barba profusa y su piel no, por lo que no correspondería a exactamente la misma persona.
Mediante los años se han hecho múltiples interpretaciones. Diríase que la piel cuelga muy cerca de los condenados, deseando expresar la idea de que el humano solo puede liberarse del dolor terrenal con la pérdida de la envoltura carnal exterior.
Polémica por los desnudos
El veinticinco de diciembre de mil quinientos cuarenta y uno se descubrió el fresco y provocó todo género de reacciones, ya que ciertos miembros de la Iglesia no estaban conforme con las innovaciones del artista.
Miguel Ángel decidió retratar todos y cada uno de los cuerpos desnudos, lo que fue considerado un escándalo para ese entorno sagrado. Uno de los mayores críticos fue Biagio Martinelli de Cesena, profesor de liturgias pontificio. Mientras que efectuaba la obra, adujo que era un acto de indecencia.
En su libro Las vidas de los más geniales arquitectos, pintores y escultores italianos desde Cimabue hasta nuestros tiempos, Giorgio Vasari asevera que el artista decidió vengarse de aquel hombre al poner su semblante en el personaje de Minos. Por esta razón, aparece con orejas de burro y envuelto por una víbora que le muerde los genitales.
Si bien existió mucha presión por destruir el fresco, la maestría de la obra impidió que eso sucediese. En mil quinientos sesenta y tres, por resolución del Concilio de Trento, se ordenó tapar los desnudos. La labor fue encargada a Daniele da Volterra, acólito de Miguel Ángel, quien entre mil quinientos sesenta y cuatro y mil quinientos sesenta y cinco hizo lo posible para esconder las partes pudendas sin arruinar la composición. Su trabajo fue tan cauteloso, que la obra no fue perjudicada. Aún así, se le apodó «el pintacalzones».
Relevancia en la historia del arte
La discusión crítica en torno al Juicio Final fue el discute más esencial de la temporada con relación a los límites del arte al tratar temas religiosos. Pintores, clérigos, teóricos, escritores y hasta políticos opinaron sobre el tema. De esta forma, el autor consiguió extender los límites de su oficio. Desde ese instante, primaba la mirada del artista.
Si bien Miguel Ángel era sumamente devoto, Giorgio Vasari postula que procuraba probar su arte en la pintura. De manera especial, su maestría al retratar el cuerpo y el movimiento:
La pretensión de este hombre único no era otra que introducir en la pintura la proporción del cuerpo humano más perfecta y precisa en sus diferentes situaciones.
Bibliografía
- Grömling, Alexandra. (dos mil cinco). Miguel Ángel Buonarroti. Vida y obra. Könemann.
- Vasari, Giorgio. (dos mil diecisiete). Las vidas de los más geniales arquitectos, pintores y escultores italianos desde Cimabue hasta nuestros tiempos. Cátedra.
- Zöllner, Frank y Thoenes, Christof. (dos mil diez). Miguel Ángel. Vida y obra. Taschen.