La última cena (Il cenacolo) es una pintura mural efectuada entre los años mil cuatrocientos noventa y cinco y mil cuatrocientos noventa y ocho por el polifacético Leonardo da Vinci (mil cuatrocientos cincuenta y dos-mil quinientos diecinueve). Fue encargada por Ludovico Sforza para el refectorio del Convento de Santa Maria delle Grazie en Milán, Italia. Leonardo no cobró por ella. La escena recrea la última cena de Pascua entre Jesús y sus apóstoles, desde el relato descrito en el evangelio de Juan, capítulo trece.
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Análisis del fresco La última cena de Leonardo da Vinci
Afirma Ernst Gombrich que en esta obra Leonardo no temió hacer la correcciones de dibujo precisas para dotarla de total naturalismo y verosimilitud, cosa poco vista en la pintura mural precedente, caracterizada por sacrificar de forma deliberada la corrección del dibujo en función de otros elementos. Fue justamente esa la pretensión de Leonardo al entremezclar la pintura al temple y el óleo para esta obra.
En su versión de la última cena, Leonardo deseó enseñar el instante preciso de la reacción de los acólitos cuando Jesús anuncia la traición de uno de los presentes (Jn trece, veintiuno-treinta y uno). La convulsión se hace apreciar en la pintura merced al dinamismo de los personajes que, en vez de continuar inertes, reaccionan enérgicamente frente al anuncio.
Leonardo introduce por vez primera en el arte de esta clase un enorme dramatismo y tensión entre los personajes, cosa nada frecuente. Eso no le impide conseguir que la composición goce de gran armonía, serenidad y equilibrio, con lo que conserva los valores estéticos del Renacimiento.
Los personajes de La última cena
En Los cuadernos de Leonardo da Vinci se identifican los personajes, que aparecen agrupados en tríos excepto Jesús. De izquierda a derecha son:
- Primer grupo: Bartolomeo, Santiago el Menor y Andrés.
- Segundo grupo: Judas Iscariote, Pedro y Juan, llamado «el imberbe».
- Personaje central: Jesús.
- Tercer grupo: Tomás, Santiago el Mayor indignado y Felipe.
- Cuarto grupo: Mateo, Judas Tadeo y Simón.

Resalta el hecho de que Judas, en contraste a la tradición iconográfica, no es separado del conjunto, sino está integrado entre los comensales, en exactamente el mismo conjunto que Pedro y Juan. Con esto, Leonardo introduce una innovación en el fresco que lo pone en el centro de las referencias artísticas de su tiempo.

Además de esto, Leonardo consigue dar un tratamiento verdaderamente distinguido a cada uno de ellos de los personajes en escena. Así, no generaliza la representación de ellos en un tipo, sino cada uno de ellos está dotado de rasgos físicos y sicológicos propios.
Sorprende asimismo el hecho de que Leonardo pone a cargo de Pedro un cuchillo, en referencia a lo que va a ocurrir poco después en el prendimiento de Cristo. Con esto, Leonardo consigue profundidzar en la sicología del personaje de Pedro, indudablemente uno de los apóstoles más radicales.
Vea asimismo La pasión de Jesús en el arte.
Perspectiva de La última cena
Leonardo usa la perspectiva en punto de fuga o perspectiva lineal, característica propia del arte del Renacimiento. El foco primordial de su perspectiva va a ser Jesús, centro de referencia de la composición. Pese a que todos y cada uno de los puntos confluyen en Jesús, su situación abierta y expansiva con los brazos extendidos y mirada sosegada contrasta y equilibra la obra.
El particular uso de la perspectiva en punto de fuga que hace Leonardo, conjuntado con la representación de un espacio arquitectónico de tipo tradicional, crean la ilusión de que el espacio del refectorio se amplía para incluir a tan esenciales comensales. Es una parte del efecto ilusionista conseguido gracias al comienzo de verosimilitud.
La iluminación

Uno de los elementos propios del Renacimiento fue el uso de sistema de ventanas, al que Leonardo recurrió mucho. Estas dejaban introducir, por una parte, una fuente de luz natural, y por el otro, profundidad espacial. Pierre Francastel se refería a estas ventanas como una anticipación de lo que va a ser en los siglos venideros la «veduta», esto es, la vista del paisaje.
La iluminación del fresco La Última Cena procede de las 3 ventanas que se hallan en el fondo. Tras Jesús, una ventana más extensa abre el espacio, delimitando asimismo la relevancia del personaje protagonista de la escena. De esa forma, Leonardo evita asimismo el uso del halo de santidad que generalmente se disponía en torno a la cabeza de Jesús o de los santurrones.
El enfoque filosófico

Leonardo da Vinci comprendía a la pintura como una ciencia, puesto que que implicaba la construcción de conocimiento: filosofía, geometría, anatomía y más eran disciplinas que Leonardo aplicaba en la pintura. El artista no se limitaba apenas a imitar la realidad o a edificar un principio de verosimilitud por puro formalismo. Por contra, tras cada obra de Leonardo había un planteamiento más estricto.

Conforme con ciertos estudiosos, Leonardo habría reflejado en el fresco de La Última Cena su concepción filosófica sobre la llamada triada platónica, apreciadísima en aquellos años. La triada platónica estaría formada por los valores de la Verdad, la Bondad y la Belleza, siguiendo la línea de la Academia Platónica Florentina, de Ficino y Mirandola. Dicha escuela de pensamiento defendía el neoplatonismo en oposición al aristotelismo, y pretendía encontrar una conciliación de la doctrina cristiana con la filosofía de Platón.
La triada platónica está representada de alguna manera en 3 de los 4 conjuntos de personajes, ya que el conjunto donde está Judas sería una rotura. Se alardea, por consiguiente, que el conjunto ubicado al extremo derecho del fresco podría ser la representación de Platón, Ficino y exactamente el mismo Leonardo autorretratado, quienes sostienen una discusión sobre la verdad de Cristo.
El tercer conjunto, en cambio, sería interpretado por ciertos estudiosos como una evocación del amor platónico que busca la belleza. Este conjunto podría representar a la vez a la Muy santa Trinidad debido a los ademanes de los apóstoles. Tomás apunta al Muy alto, Santiago el Mayor extiende sus brazos como evocando el cuerpo de Cristo en la cruz y, por último, Felipe lleva las manos al pecho, como señal de la presencia interior del Espíritu Beato.
Estado de conservación
La obra La Última Cena se ha ido estropeando durante los años. En verdad, el deterioro empezó poquitos meses después de ser terminada. Esto es consecuencia de los materiales empleados por Leonardo. El artista se tomaba su tiempo para trabajar, y la técnica del fresco no le convenía puesto que requería velocidad y no aceptaba repintes, ya que la superficie de yeso se secaba prontísimo. Por esta razón, a fin de no sacrificar la maestría de la ejecución, Leonardo inventó entremezclar óleo con temple.
No obstante, debido a que el yeso no absorbe apropiadamente la pintura al óleo, prontísimo empezó el proceso de deterioro del fresco, lo que ha dado pie a abundantes intentos de restauración. A la data, una gran parte de la superficie se ha perdido.
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Copias de La última cena de Leonardo da Vinci

Numerosas han sido las copias que se han hecho de La última cena de Leonardo, lo que habla por sí mismo de la repercusión de esta pieza en el arte occidental. La más vieja y reconocida pertenece a Giampetrino, quien fue acólito de Leonardo. Se piensa que esta obra reconstruye en mayor medida el aspecto original, ya que fue hecha muy cerca de la data de conclusión, antes que el daño fuera evidente. La obra estuvo bajo la custodia de la Real Academia de las Artes de la ciudad de Londres, y fue entregada al Magdalen College de Oxford, donde se halla hoy día.

Esta copia se aúna a las ya conocidas, como la versión atribuida a Marco d’Oggiono, expuesta en el MuSeo Renacentista del Castillo de Ecouen; la de la Abadía de Tongerlo (Bélgica) o la de la iglesia de Ponte Capriasca (Italia), entre muchas otras.

En los últimos tiempos se ha encontrado asimismo una nueva copia en el Monasterio de Saracena, un edificio religioso al que solo se puede llegar caminando. Fue fundado en mil quinientos ochenta y ocho y fue cerrado en mil novecientos quince, después de lo que se usó provisionalmente como cárcel. El descubrimiento no es tan reciente realmente, mas sí su difusión en el mercado del turismo cultural.

La última cena de Leonardo da Vinci en la literatura de ficción
La última cena es una de las obras más conocidas del Renacimiento y, indudablemente, al lado de la Mona Llana es la obra más famosa de Leonardo, figura cerca de la que no cesan las especulaciones. Por este motivo, con el tiempo a la obra de Leonardo se le ha atribuido un carácter secreto y enigmático.
El interés por los presuntos misterios del fresco fue en incremento tras la publicación del libro El código Da Vinci en el año dos mil tres y el estreno de la película homónima en el año dos mil seis. En esta novela Dan Brown revela, aparentemente, múltiples mensajes secretos que Leonardo habría plasmado en el fresco. No obstante, los especialistas apuntan que la novela está infestada de fallos históricos y artísticos.
La novela de Brown se fundamenta en la hipótesis de que Jesús y Magdalena habrían procreado descendencia, razonamiento no original, y su descendiente hoy en día sería el auténtico Santurrón Grial al que habría que resguardar del poder eclesiástico que desearía esconderle. Brown se basa en la lectura de El misterio sagrado o The Holy Bible and the Holy Grail, donde se mantiene que San Gréal significaría ‘sangre real’, y se referiría a un estirpe real y no a un objeto.
Para justificar el razonamiento, Brown recurre al fresco de Leonardo sobre la última cena, en el que abundan vasos con vino mas no hay un cáliz propiamente, de tal modo que pretende localizar en ello un misterio: ¿por qué no habría un cáliz como en todas las otras pinturas sobre el tema? Eso lo lleva a examinar el resto elementos del fresco en pos de un «código». Así es como el personaje protagonista de la novela concluye que Juan es, realmente, María Magdalena.
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