La Novena sinfonía o Sinfonía nº nueve es una de las composiciones más simbólicas de Ludwig van Beethoven, quien la realizó entre mil ochocientos dieciocho y mil ochocientos veinticuatro por encargo de la Sociedad Filarmónica de la ciudad de Londres. Su relevancia es tal que fue declarada patrimonio de la humanidad en el año dos mil dos.
Cuando la obra se estrenó, Beethoven estaba sueco. Cuentan que dirigió la Novena sinfonía valiéndose de su estupenda lectura, si bien cuando el último movimiento terminó, inútil de oir los aplausos del público, debió ser alertado por los músicos de la orquesta a fin de que se diese la vuelta.
Esta, que fue su última aparición pública, fue asimismo el nacimiento de una leyenda: el hombre que cambió la historia de la música había quedado sueco, y estando sueco —esto sí que fue un acto de genialidad—, escribió la Novena sinfonía que formó, sin reserva, una genuina revolución musical. Entendamos por qué.
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Análisis de la Novena sinfonía
Para entender el carácter revolucionario de la Novena sinfonía, es preciso conocer de qué manera eran las sinfonías ya antes de esta obra, cuál era la tradición sinfónica a la que se ajustaban los músicos hasta aquel instante.
La sinfonía como género
Llamamos sinfonía a una obra musical pensada para orquesta que, en su forma tradicional, consta de 4 movimientos. Cada movimiento tiene unas peculiaridades propias. En tiempos de Beethoven, los movimientos sinfónicos acostumbraban a estructurarse de la próxima manera:
- Primer movimiento: Allegro.
- Segundo movimiento: Adagio.
- Tercer movimiento: Scherzo.
- Cuarto movimiento: Allegro.
Esta estructura se desarrollaba frecuentemente en un periodo aproximado de treinta minutos o poco más. En lo que se refiere al formato, en general las sinfonías eran compuestas para sección de cuerdas, sección de metales y sección de maderas de viento. Por consiguiente, se trataba de un género completamente instrumental.
Si bien Beethoven ya había dado signos de serias e esenciales transformaciones del género, en especial aprovechando hasta el extremo el desarrollo tímbrico, las activas (agógica), aparte de los cambios armónicos y tonales, en la Novena sinfonía introduce verdaderas novedades.
La Novena sinfonía y sus innovaciones
En apariencia, Ludwig van Beethoven desarrolla la Novena sinfonía siguiendo la estructura convencional: 4 movimientos. No obstante, estos movimientos son desarrollados de tal forma que abren paso a una nueva percepción fenoménica de la música y extienden su duración hasta unos sesenta minutos más o menos, un cambio sensible en las costumbres de la música y el espectáculo.
Cambios en la estructura
La estructura de la Novena sinfonía es como sigue:
- Allegro ma non troppo, un tanto maestoso
- Scherzo: Molto vivace – Presto
- Adagio molto e cantabile – Andante Moderato – Tempo Primo – Andante Moderato – Adagio – Lo Stesso Tempo
- Recitativo: (Presto – Allegro ma non troppo – Vivace – Adagio cantabile – Allegro assai – Presto: O Freunde) – Allegro assai: Freude, schöner Götterfunken – Allá marcia – Allegro assai vivace: Froh, wie seine Sonnen – Andante maestoso: Seid umschlungen, Millionen! – Adagio ma non troppo, ma divoto: Ihr, stürzt nieder – Allegro energico, sempre ben marcato: (Freude, schöner Götterfunken – Seid umschlungen, Millionen!) – Allegro ma non tanto: Freude, Tochter aus Elysium! – Prestissimo, Maesteoso, Prestissimo: Seid umschlungen, Millionen!
Tal y como puede apreciarse, Beethoven desarrolla transformaciones rítmicas durante la estructura que son completamente contrastantes, y rompen con el sentido del equilibrio y la medida del clasicismo.
A propósito del primer movimiento, el estudioso Josep Pascual, en su libro Guía universal de la música tradicional, mantiene que “La sinfonía comienza con una serie de cuartas y quintas perfectas, surgidas como de la nada (…)”, y atribuye a su desarrollo “un tiempo prácticamente violento”. A esto, agrega:
…en toda la composición dominan los contrastes y el dramatismo del primer movimiento se torna vitalidad en el segundo, al que a veces se ha definido con acierto como un paso de la obscuridad a la luz.
El tercer movimiento, afirma el estudioso, es dominado por un espíritu lírico, antesala al cuarto movimiento, en el que se introduce el Himno a la alegría. El estudioso lo clasifica como “un emotivo canto a la hermandad universal”. Josep Pascual concluye aseverando que el cuarto movimiento puede ser considerado en una obra completa en sí, o sea, “toda una sinfonía”.
Mas tenemos que decir que no todos vieron con buenos ojos el cuarto movimiento de Beethoven. Los atrevimientos del músico en este movimiento le valieron las críticas de personajes como Giuseppe Verdi, a quien le pareció un movimiento convulso y catastrófico que rompía con la excelencia de los primeros 3.
Nuevos instrumentos y recursos
Esta libertad creativa y autora de Beethoven no solamente se expresa en los cambios estructurales de la manera sonata, sino más bien asimismo en la configuración de la orquesta, esto es, en los instrumentos participantes. Esta configuración sería la siguiente:
- Sección de viento madera:
- Flautín;
- dos flautas;
- dos oboes;
- dos clarinetes (en La, Si bemol y en Do);
- dos fagots;
- 1 contrafagot;
- Sección de viento metal:
- cuatro trompas (dos en Re y dos en Si bemol);
- dos trompetas (en Si bemol y Mi bemol);
- tres trombones (alto y tenor);
- Sección de cuerdas:
- Violines;
- Violas;
- Cellos;
- Contrabajos.
- Percusión:
- timbales,
- bombo,
- platillos,
- triángulo;
- Voces:
- Coro,
- Solistas soprano, alto, tenor y bajo.
En la Novena, Beethoven introdujo la percusión por vez primera en la historia de la sinfonía. En verdad, la percusión ni tan siquiera se consideraba una sección frecuente de las orquestas en aquella generación.
La incorporación de la percusión imprimiría un nuevo carácter que elevaría la potencia sensible. Desde el primer movimiento podemos sentir la fuerza de la sección percutiva, que contrasta con la delicadez de las cuerdas llevadas al pianísimo.
Con esto, Beethoven consigue elevar la potencia, la intensidad y la expresividad de los sonidos conseguidos por el conjunto de la orquesta, hasta lograr efectos realmente sorprendentes en la experiencia auditiva.
Otra esencial innovación de Beethoven fue la incorporación de coro y vocalistas solistas, que dispone en el cuarto movimiento, el instante climático de la obra.
El texto escogido por el músico fue la conocida Oda a la alegría de Friedrich Schiller, quien lo escribió en el año mil setecientos ochenta y seis. Con el tiempo, el nombre Himno a la alegría empezó a ser empleado para referir a la obra musicalizada.
Con este ademán, Beethoven dio a la voz exactamente la misma dignidad de la que disfrutaban los instrumentos, esto es, hizo de la voz un instrumento de la orquesta que aportaba nuevas texturas, timbres y efectos a la composición.
Mas asimismo le dio valor a la palabra poética, elevada a la manera de la sinfonía. Efectivamente, la poesía había sido reivindicada en el género de lied alemán mucho ya antes, mas ahora, hacía su entrada triunfante en la sinfonía que, para entonces, se consideraba la manera más elevada de la música académica.
Todo ello hizo posible que Ludwig Van Beethoven se consagrara como el predececesor de la llamada sinfonía coral, abriendo el camino a figuras tan simbólicas de este género como Hector Berlioz.
Vea asimismo Himno a la alegría: análisis y significado.
La expresión de una nueva sensibilidad
Beethoven desarrolla distintos conceptos rítmicos e intensidades que van elevando la emoción hasta cierto punto efectivamente climático. La obra adquiere un profundo sentido trágico, emotivo, emocionante. La música se vuelve en sí un espectáculo catártico, liberador.
Esta nueva sensibilidad, que busca del «éxtasis» a través de la actividad autora, que proclama la emoción en frente de las proporcionadas y simétricas formas tradicionales, no es extraña en su tiempo.
Beethoven toma del espíritu que brotó en Alemania cara finales del siglo XVIII con el movimiento Sturm und Drang, punto de inicio de la revolución romántica que convirtió por siempre las artes plásticas, la literatura y la música, y que fue particularmente fecunda en estas últimas dos.
En verdad, en el siglo XIX la música ganó mayor relevancia en frente de las artes plásticas y la arquitectura. El estudioso Matías Rivas Vergara, en un ensayo titulado La Novena sinfonía de Beethoven: historia, ideas y estética mantiene que:
…la estética musical romántica es fundamentalmente una concepción de la música como «lenguaje metafísico» capaz de expresar lo inefable y lo Absoluto –ambos topos, poético y metafísico, que forman la esencia del Romanticismo.
Finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX fueron convulsos tiempos, revolucionarios. Bien es sabido que Beethoven comulgaba con los valores modernos de la revolución francesa, tanto que creyó ver en Napoleón Bonaparte un héroe, hasta advertir sus pretensiones imperialistas.
Sirva esto de ejemplo para patentizar hasta qué punto estaba Beethoven comprometido con los ideales de igualdad, libertad y hermandad, por encima de la deificación de los individuos. Por este motivo, esta obra, su última sinfonía, termina con la glorificación de la Oda a la alegría de Schiller.
Fue Beethoven quien, en la música académica, abrió el espacio a la libertad creativa, la subjetividad y la expresión sensible propia, valores acordes con la estética romanticista. En él se registra el dominio de la tradición tradicional en sus primeros años, y la sed de libertad y inventiva en los últimos. Beethoven fue la llave de una puerta que dio la entrada a un nuevo cosmos musical.
Lista de reproducción
Referencias
- Pascual, Josep: Guía universal de la música tradicional. Barcelona: Ediciones Robinbook. dos mil ocho.
- Rivas Vergara, Matías: La Novena sinfonía de Beethoven: historia, ideas y estética. Recuperado en Academia.edu. dos mil trece.