siete poemas llenos de amor para dedicar a tu hijo o hija

siete poemas llenos de amor para dedicar a tu hijo o hija

La paternidad y maternidad ha sido analizada desde distintas áreas y muchos versistas han decidido verter sus pensamientos sobre el tema en obras que meditan sobre su menester como progenitores. En el próximo listado, se pueden localizar textos que autores de diferentes temporadas han escrito en honor a sus hijos.

1. La noche – Gabriela Mistral

Por que duermas, hijo mío,
el ocaso no arde más:
no hay más brillo que el rocío,
más blancura que mi faz.

Por que duermas, hijo mío,
el camino enmudeció:
absolutamente nadie gime sino más bien el río;
nada existe sino más bien .

Se inundó de bruma el plano.
Se encongió el suspiro azul.
Se ha posado como mano
sobre el planeta la quietud.

Yo no solo fui balanceando
a mi pequeño en mi cantar:
a la Tierra iba durmiendo
el vaivén del mecer…

Gabriela Mistral (Chile, mil ochocientos ochenta y nueve – mil novecientos cincuenta y siete) fue una de las versistas sudamericanas más esenciales del siglo veinte. En su obra, resaltan los textos dedicados a la niñez como Ternura (mil novecientos veinticuatro). Este libro se compone de rondas infantiles y canciones de cuna que procuraban divertir a los pequeños.

Además de esto, era un llamado a los adultos para estimar la relevancia de los estímulos a edad temprana, puesto que para la escritora la educación era un pilar esencial en la vida del humano.

Si bien no tuvo hijos, muchos de sus textos viran alrededor del tema de la maternidad, como en «La noche». Este poema toma el estilo de las armonías que se usan para dormir a los pequeños. Así, en estos versos hace sentir seguro al pequeño. Asevera que el planeta entero se halla en calma a fin de que pueda reposar y que su amor ha conseguido aun «mecer» a la tierra.

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dos. Al hijo – Jorge Luis Borges

No soy quien te engendra. Son los fallecidos.
Son mi padre, su padre y sus mayores;
Son los que un largo dédalo de amores
Trazaron desde Adán y los desiertos
De Caín y de Abel, en una aurora
Tan vieja que ya es mitología,
Y llegan, sangre y medula, a este día
Del futuro, en que te engendro ahora.
Siento su multitud. Somos
Y, entre nosotros, y los venideros
Hijos que has de engendrar. Los postrimeros
Y los del colorado Adán. Soy esos otros,
Asimismo. La eternidad está en las cosas
Del tiempo, que son formas apresuradas.

Jorge Luis Borges (Argentina, mil ochocientos noventa y nueve – mil novecientos ochenta y seis) fue uno de los autores clave para la literatura moderna. En su obra, procuró romper con los conceptos de tiempo y espacio, proponiendo el carácter múltiple e infinito del cosmos.

Si bien no fue padre, en este poema decidió examinar la presencia de los antepasados en todos y cada persona. Empieza con versos que mencionan a la relevancia de la historia familiar: «No soy quien te engendra. Son los fallecidos. / Son mi padre, su padre y sus mayores». Así, decide honrar el pasado que existe tras cada humano, puesto que es lo que deja sostener la memoria de cada alcurnia viva.

tres. Poema para mi hija (fragmento) – Vicente Huidobro

Hija, que eres un retoño de mi vida
Tú que eres una continuación de mí,
De mi silencio y de mi melancolía;
Tú que tienes la dulzura de lis
De tu madre, mírame largamente
Con tus ojos llenos de alborada,
Llenos de una tristeza que se intuye
Por el hecho de que el talento es una enorme desgracia.

¿Qué deseas que te afirme
Cuando abres el interrogativo de tu mirada?
¿Deseas saber algo de tu vida
Y por qué de súbito te has encontrado acá?
Tú eres una refundición de ella y de mí,
Tú eres el retrato y la firma de nuestro amor,
Tú tienes de los dos:

Tienes de mi tristeza meditativa
y de la fuente clara de su sonrisa.

El escritor chileno Vicente Huidobro (mil ochocientos noventa y tres – mil novecientos cuarenta y ocho) fue un personaje clave en la literatura vanguardista del siglo veinte. En su obra, deseó jugar con las posibilidades del lenguaje con textos que rompieron con lo establecido.

En este poema reanuda el estilo tradicional al dirigirse a su hija, a quien observa como una continuación de sí. Por esta razón, plantea la paternidad como un espéculo en el que se pueden reflejar diferentes rasgos y actitudes de los progenitores. También, la pequeña puede comprenderse como fruto del amor de dos personas que desean transformar su pasión en una existencia llena de promesas.

cuatro. Bajo mis manos medra – Jaime Sabines

Bajo mis manos medra, dulce, todas y cada una de las noches. Tu vientre suave, manso, infinito. Bajo mis manos que pasan y repasan midiéndolo, besándolo, bajo mis ojos que lo quedan viendo toda la noche.

Me percato de que tus pechos medran asimismo, llenos de ti, redondos y cayendo. Tú tienes algo. Ríes, miras diferente, lejos.

Mi hijo te hace más dulce, te hace débil. Suenas como la pata de la paloma al quebrarse.

Guardadora, te amparo contra todos y cada uno de los espectros, te abrazo a fin de que madures en paz.

Jaime Sabines (mil novecientos veintiseis – mil novecientos noventa y nueve) fue un versista mexicano que se caracterizó por una escritura directa y próxima a todo público. En estos versos, se dirige a su hijo que está por nacer.

Por este motivo, le habla al vientre de la madre, el que acaricia y contempla con devoción. El hablante sabe que allá se oculta el milagro de la vida y que convierte a la mujer en un ser singular que cobija un tesoro que pronto va a llegar para alumbrar sus existencias.

cinco. Si – Rudyard Kipling

Si puedes sostener la cabeza en su lugar cuando todos a tu alrededor
la pierden y te culpan a ti.
Si puedes continuar creyendo en ti cuando todos vacilan de ti,
mas asimismo admites que tengan dudas.
Si puedes aguardar y no fatigarte de la espera;
o si, siendo engañado, no respondes con engaños,
o si, siendo odiado, no incurres en el odio.
Y aun así no te las das de bueno ni de sabio.

Si puedes soñar sin que los sueños te dominen;
si puedes meditar y no hacer de tus pensamientos tu único objetivo;
si puedes localizarte con el triunfo y el descalabro,
y tratar a esos dos farsantes de igual manera.
Si puedes aguantar oír la verdad que has dicho,
malinterpretada por villanos para mentir a los necios.
O ver de qué forma se destroza todo aquello por lo que has dado la vida,
y arremangarte para reconstruirlo con herramientas gastadas.

Si puedes amontonar tus ganancias
y exponerlas a una sola jugada;
y perder, y iniciar nuevamente desde el comienzo
y jamás decir ni una palabra sobre tu pérdida.
Si puedes forzar tu corazón, y tus nervios y ligamentos,
a cumplir con tus objetivos mucho una vez que estén agotados,
y así resistir cuando ya no te queda nada
salvo la Voluntad, que les dice: “¡Resiste!”.

Si puedes charlar a las masas y preservar tu virtud.
O pasear al lado de reyes, sin despreciar por esta razón a la gente común.
Si ni amigos ni contrincantes pueden herirte.
Si todos pueden contar contigo, mas ninguno demasiado.
Si puedes completar el inexorable minuto,
con sesenta segundos de ágil tarea
Tuya es la Tierra y todo cuanto hay en ella,
y —lo que es más—: ¡vas a ser un Hombre, hijo mío!

Rudyard Kipling (mil ochocientos sesenta y cinco – mil novecientos treinta y seis) fue un fecundo escritor británico que se hizo renombrado con sus historias relacionadas con el planeta de la selva. Aparte de su éxito en la narrativa, se resaltó como versista.

En este poema le dirige una carta a su hijo en la que le expresa lo que quiere para su porvenir. Así, le entrega una guía y consejos de de qué manera ser un hombre que actúa de forma correcta en la vida.

seis. El hijo – Alfonsina Storni

Se comienza y abre en tí, mas estás ciega
para protegerlo y si anda ignoras
por flores de mujer o espada de hombre,
ni qué ánima prende en él, ni de qué forma mira.

Lo meces balanceando, rama de aire,
y se deshace en pétalos tu boca
pues tu carne ya no es carne, es templados
plumón de lloro que sonríe y levanta.

Sombra en tu vientre apenas te estremece
y sientes ya que vas a morir un día
por aquél sin piedad que te desfigura.

Una oración brutal te corta el paso
y aún rezas y no sabes si el que empuja
te arrolla sierpe o ángel se despliega.

La versista argentina Alfonsina Storni (mil ochocientos noventa y dos – mil novecientos treinta y ocho) fue una de las voces femeninas más relevantes en la literatura sudamericana del siglo veinte.

En su temporada rompió con las barreras establecidas por la sociedad patriarcal al ser independiente y madre soltera. Acá, se refiere a su hijo como parte esencial de ella misma, puesto que procede de su carne y sus supones.

Si bien en el futuro va a ser un ser independiente, desde el instante en que nació, sabe que va a ser capaz de hacer cualquier cosa por su bienestar: «y sientes ya que vas a morir un día / por aquél sin piedad que te desfigura». De esta forma, la maternidad se comprende como una entrega completa en la que madre e hijo se transforman en una fuerza imparable.

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siete. Hijos – Jorge Debravo

Por la hija que ríe estoy débil,
Por el hijo que llora estoy en pena,
Pues los dos me han puesto la colmena
Del ánima toda abierta y toda candente.

Pues los dos han hecho que ese diente
Con que la vida muerde y envenena,
Me clave más veneno entre la vena
Y me vuelva el horror incandescente.

Por el hecho de que los dos son chorros de esperanza.
Por el hecho de que los dos me solicitarán mañana
Un mendrugo de paz que no se alcanza.
Por el hecho de que deberé darles la campana
De la muerte, del odio y la venganza.
Y alimentarles la voz con sangre humana.

Jorge Debravo (mil novecientos treinta y ocho – mil novecientos sesenta y siete) fue una figura simbólica en la literatura de C. Rica. Si bien murió muy joven, a los veintinueve años, tuvo dos pequeños a los que les dedicó este poema.

Al principio, se refiere a que los sentimientos de los hijos se amplifican en los progenitores. Sus dolores y alegrías se sienten en carne propia de forma aún más intensa.

Entonces, asevera que los dos «son chorros de esperanza» que implican una responsabilidad enorme, puesto que debe ocuparse de formarlos como individuos que sean un aporte para la sociedad: «Y alimentarles la voz con sangre humana».

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